Consejos para comprar mariscos

Consejos para comprar mariscos


Cualquiera puede darse cuenta cuando un pan está rancio o cuando la leche está pasada. Ahora, saber distinguir cuándo los mariscos están frescos o malos no es precisamente un conocimiento popular, al menos no para aquellos nacidos en zonas alejadas de la costa. Lo problemático de esto es que los alimentos que provienen del mar son extremadamente delicados y al consumirse en mal estado pueden causar peligrosas intoxicaciones. De esta forma dejamos algunos consejos para aprender a comprar mariscos.
Lo primero que hay que conocer es que, usualmente, los mariscos se clasifican en dos grupos: moluscos y crustáceos. Cada una de estas categorías tendrá sus especificaciones a la hora de comprarlos.
En el caso de que se trate de crustáceos de cuerpo redondo, entre los que se encuentran las nécoras, los bueyes de mar y centollos, es recomendable que su caparazón sea brillante y la carne elástica y firme.  No es aconsejable adquirir aquellos cuya unión entre la cabeza y las patas esté hundida.
Si lo que desea son crustáceos de cuerpo alargado, como las langostas o cigalas, lo mejor es comprar las que tengan la carne de color rosado y elástica. Se puede saber que el producto no es fresco cuando las cabezas se desprenden fácilmente del cuerpo, o la unión entre éstas y el cuerpo presenta un color pardo. No es adecuado adquirir aquellos que tengan alguna de las patas rota o suelta, ya que por allí entrará agua al momento de cocinar.
Para los moluscos, como los mejillones, almejas, etc., es bueno tener en cuenta que debe ser difícil abrirlos, de encontrarse cerrados, o deben reaccionar al tacto al tocar la carne, si se encuentran abiertos. De lo contrario, se puede saber que no son frescos. Habrá bastante líquido transparente en el interior y la carne será firme. 
        
Por último están los cefalópodos, como los pulpos o calamares, generalmente catalogados como moluscos. Como en los casos anteriores, la carne debe ser elástica. Además, los tentáculos deben estar correctamente unidos a la cabeza y no deben estar arrugados.
En la escogencia de mariscos también influye la forma de almacenamiento que se haya empleado. Por ejemplo, si se compran vivos, es recomendable tocarle los ojos y verificar que reaccionen ante este estímulo. Además, cuando se trata de crustáceos de cuerpo alargado, usualmente llevan la cola recogida junto al cuerpo. Sólo la tienen extendida luego de haber muerto.
La refrigeración se utiliza con mariscos no vivos, como los langostinos, pulpos, gambas, entre otros. Un indicador de que no se realizó bien el almacenamiento es que la carne esté blanda al ejercer presión.
Cabe destacar que en ningún momento debe adquirir mariscos que posean mal olor. Una cosa es que tengan el olor característico de producto de mar, en el caso de que estén aún vivos, y otra muy distinta que huelan mal. Es aconsejable también, si el caso se presta para eso, tomar el marisco con la mano para comprobar su peso respecto a su tamaño.
Por último, es bueno recordar que se debe dejar para el final la compra de mariscos, ya que necesitan refrigeración. Colocarlos en bolsas isotérmicas es una solución para esos casos en los que se sabe que pasará un tiempo prolongado entre la compra del marisco y su almacenamiento en el refrigerador. 
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