La historia detrás del brazo gitano
El brazo gitano nunca falta en el mostrador de una panadería, más de una vez llega a la mesa como postre y no es raro que algún invitado se presente con alguno, para no llegar con las manos vacías. Este bizcocho enrollado, relleno en la mayoría de los casos de crema pastelera y frutas, esconde una cantidad inimaginable de historias y curiosidades.
Sobre su origen, existen distintas hipótesis. Algunos relatos se lo atribuyen a los “caldereros”, trabajadores itinerantes que se dedicaban a reparar ollas y sartenes. Los pasteleros les regalaban a estos caldereros -la mayoría de ellos gitanos-, bizcochos enrollados que elaboraban a partir de las sobras de su material. De ahí el nombre de brazo gitano.
Otras proposiciones sostienen que el nombre se debe a su forma alargada y al hecho de que el relleno que quedaba a la vista era de color oscuro, como la piel de los gitanos. Una tercera hipótesis dice que el brazo gitano lo descubrió en Egipto un monje proveniente de El Bierzo, en España, durante su recorrido por el mundo en plena Edad Media. Este monje lo llamó “brazo egipciano” y, con el transcurso del tiempo, el nombre devino en el actual.
No hay nada comprobado, así que cualquiera de las historias podría ser verdadera. Lo que sí es seguro es que el brazo gitano es conocido en muchos rincones del planeta, donde se ha instalado y adaptado a las costumbres del lugar. Por ejemplo, en lugar de la crema chantilly y las frutas a las que estamos acostumbrados, en Malasia se rellena con coco, moras, fresa, vainilla y pandano, un fruto característico de las islas del Pacífico. En cambio, en Chile prefieren ponerle dulce de leche o mermelada de frutas.
Y así como varían los rellenos, también lo hacen los nombres. En Argentina se conoce como arrollado y en Colombia como brazo de reina. En México prefieren llamarloniño envuelto, mientras que en Filipinas es brazo de Mercedes. Es necesario entonces estar alerta si se viaja a alguno de estos destinos ya que, de lo contrario, se podría malinterpretar lo que ordenamos.
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